sábado, 14 de abril de 2012

Capitulo 37: Llegó el día

Amanecimos juntos bajo ese cielo durante varios días. Pero llegó el día menos esperado. El día donde nos teníamos que separar. Donde Pablo se tenía que ir a Cartagena y yo volver a Barcelona. No eran buenos días para nosotros, íbamos a estar separados. Nuestros corazones ya no latieran juntos, estaríamos separados y no sabíamos hasta cuando. Ese día 16 había llegado y parecía que muy rápido. Estos últimos días juntos bajo ese cielo, en esa casa maravillosa compartiendo momentos con él y con su familia habían sido los mejores momentos, y con diferencia, que nunca he vivido. Volvía a mi casa con ganas de ver a mis padres y a mi hermano pero... aún no sabía como estaba el tema con mi padre, y además mi hermano tampoco sabía nada de esto. Supongo que mi madre se lo habría contado todo... y habrá hablado con mi padre.
Era algo de esperar que mi madre me entendiera mejor, pero no me esperaba que mi padre se lo tomara tan mal.
Pero... volvamos al tema entre Pablo y yo.
Los dos amanecimos mas tristes que nunca aquel día, ya sabíamos el por que de nuestro estado de animo.
Abrí los ojos y vi como Pablo me estaba mirando.

-Buenos días cariño!
-Buenos días princesa!
-Hoy...
-No lo digas. -puso su dedo indice sobre mis labios- No pronuncies esas palabras, por favor.

Vi como Pablo bajaba la cabeza y como caía una lagrima de sus ojos. Estaba realmente mal, no me gustaba verle así. Me incorporé un poco para tenerle mas cerca de mi y le abracé muy fuerte. Pero él se echo un poco para atrás hasta quedar estirado y mi cabeza encima de su pecho. Sentía como latía mas rápido su corazón, estaba exaltado, nervioso... pero volví a abrazarle y pude tranquilizar un poco aquel corazón. Mientras yo intentaba tranquilizar a Pablo me mentalizaba de todo aquello, no quería decaer, no quería derrumbarme delante de Pablo. Pero lo hice, sí, empece a llorar en silencio encima de Pablo. Hasta que pude empapar su camiseta con mis lagrimas. Pablo reaccionó ante mis lagrimas incorporándose conmigo encima. Acariciándome el pelo, abrazándome... Colocando su mano en mi barbilla para levantar mi cabeza y quedar mirándonos a los ojos. Con mi ojos llenos de lagrimas, él me besa. Y los dos a la vez, entre lagrimas, nos besamos como nunca. Con pasión en esos labios.
Pablo deja de besarme mordiéndome el labio dulcemente y yo sonrió. No se como lo hacía pero conseguía sacarme una sonrisa siempre. Esa sonrisa era gracias a él, solo a él.

-Mi niña, no quiero que llores. Bueno... no quiero que lloremos. Van a ser tres días de concierto pero... pronto prometo volver verte, te iré a buscar al fin del mundo si hace falta.
-Estos tres día sin ti no voy a poder vivir.
-Lo harás! Me lo prometerás?
-Lo intentare, Pablo. Haré lo que pueda...
-No! Lo harás, sino me enfadaré!
-Esta bien... lo haré, te lo prometo.
-Así me gusta, esto es duro pero pronto estaremos juntos cuando menos te des cuenta estaré a tu lado viendo esa sonrisa tan preciosa que tienes. -En aquel momento sonreí-.

Diréis... que son tres días, que no se acaba el mundo. Pues si la verdad... que puede que se acabe el mundo, nuestro mundo. Que si los dos no estamos juntos este mundo no funciona, no sirve de nada. Este amor es tan fuerte que no puede vivir separado, que no tira hacía adelante solo fácilmente. Necesita alimentarse entre si. Por eso no queríamos separarnos, nos queríamos como nunca. Estábamos en aquel momento donde no te puedes desenganchar del amor de tu vida, ese momento en el que notas que te falta el aire cuando él no esta, y eso es lo que me sucedía a mi. Aún así tenía la certeza de que lo que decía Pablo lo iba a cumplir, que eran tres simples días y que a la vuelta de Murcia nos veríamos aunque fuéramos al fin del mundo. Pero ante saber todo eso los dos nos íbamos a echar de menos. Nos habíamos acostumbrado a vernos al despertar pero ahora tan solo veríamos aquella parte de almohada de nuestro lado, vacía. Ya no habría nadie allí. Él estaría solo en aquella cama de los hoteles a los que fuera y yo allí en Barcelona sola.
Así que aquella mañana decidimos seguir abrazados, juntos en su cama. Aquella mañana no bajamos a desayunar y tampoco nos molestó nadie, nadie abrió aquella puerta. Nadie nos quiso molestar, todos sabían el porque. Todos sabían que queríamos pasar el máximo tiempo juntos, y así lo hicimos aquel día.
Fuimos a comer fuera los dos juntos. Bajo la mirada de Málaga...

No hay comentarios:

Publicar un comentario